Elías subía a la cima del Carmelo; allí se encorvó hacia la tierra, con el rostro en las rodillas, y ordenó a su criado: ‘Sube a otear el mar’. El criado subió, miró y dijo: ‘No se ve nada’. Elías ordenó: ‘Vuelve otra vez’. El criado volvió siete veces, y a la séptima dijo: ‘Sube del mar una nubecilla como la palma de una mano’. Entonces Elías le mandó: ‘Vete a decirle a Ajab que enganche y se vaya, no le coja la lluvia’. En un instante se oscureció el cielo con nubes empujadas por el viento y empezó a diluviar” (1Re 18,42-45).
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